sábado, 23 de enero de 2010

LOS MITOS SON ETERNOS, LOS MENTIROSOS NO.



Recoge el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española como definiciones de mito, dos posibles acepciones que cuadrarían perfectamente con el mito de Rafael Gordillo: Una, define a mito como una narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico, y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico; otra segunda acepción es la de persona rodeada de extraordinaria estima. Las dos son justas, y compatibles, con Gordillo; los que tuvimos la suerte de ser testigos de su gloria como jugador podemos dar fe de que su fútbol fue divino y heroico; los que lo trataron de jugador profesional, los que le tratan como amigo, y el resto del mundo, béticos e infieles incluso, le tienen en una extraordinaria estima.

Parafraseando a aquella canción de los ochenta, son malos tiempos en la Bética; malos tiempos cuando no se respetan a los mitos, malos tiempos cuando aquellos que hicieron más béticos, más creyentes en la fe que ni diez mil campañas del más preparado marketing, son atacados vilmente desde las entrañas de la misma institución. Quizás no sea culpa solo de unos pocos, ya Shakespeare, un desconocido en Jabugo, ponía en boca de uno de los personajes de la obra “Julio César”, conclusiones muy evidentes en situaciones como las que vivimos en el actual Real Betis: “¿Y por qué, entonces, habría de ser César un tirano? ¡Pobre hombre! Bien se me alcanza que no se atreviera a ser un lobo si no viera que los romanos son unos corderos. ¡Ni sería león si no fueran ciervos los romanos! “

Porque, permítanme la pregunta y la “herreriana” forma de hacerlo: ¿Cómo les gusta recordar al Gordillo jugador, béticos?, ¿con las medias bajadas, mano derecha en la cintura, cogiendo aire para la próxima carrera?, ¿o corriendo con una carrera deslavazada imposible e incansable por las bandas del Villamarín? ¿Con los brazos altos pidiendo la enésima pelota?, ¿o centrando desde una posición y postura imposible para ponerla, otra vez de maravilla, en el área? ¿Brincando en el Manzanares como un crío loco tras la Copa del 77, Copa que no pudo jugar porque había jugado un partido con el Triana, o llorando como un niño en el vestuario tras el descenso del 78? ¿O quizás entrando exhausto en el vestuario después de haberse roto hasta el alma con su camiseta verdiblanca con el 3 a la espalda? Por cierto, ese número en la camiseta del Betis, con las normativas nuevas, no tenía que haberlo utilizado nadie más.

De la jugada de la que yo más vivo tengo el recuerdo de Gordillo jugador, fue de un partido que vi desde el Gol Norte, quizás porque acompañase ese día a mi hermano mayor, que no gustaba del bullicio del Gol Sur. Fue contra la Real Sociedad, no sé si la Real campeona, pero estoy seguro que al gran Manolo Rodríguez si se lo refiriese, en un segundo me decía, temporada, día, resultado, y hasta la alineación completa del Betis de aquel día. Gordillo cogió la pelota en la banda izquierda de Fondo, dribló en carrera a Uralde que le soltó una patada terrorífica, pero siguió corriendo con el balón, pasando el mediocampo, Baquero le hizo otro entradón, los dos cayeron, pero el Gordo se levantó y continuó corriendo con la pelota hasta el área, desbordó en velocidad al lateral y centró un balón perfecto para el remate. No recuerdo si fue gol o no, lo que sí recuerdo es que Gordillo cayó lesionado fuera del campo, junto a Gol Sur, y estuvo varias semanas sin jugar; esa jugada, a mi entender, definían a Gordillo, entrega, corazón y una calidad tremenda. Mientras, el Villamarín volvía a corear: ¡Y no pueden con él, y no pueden con él¡

Heliópolis, ciudad del sol, fue el nombre con el que los griegos llamaron a la ciudad egipcia de Annu; de esta ciudad, que desapareció en el siglo I (A.C.), se tienen conocimientos de su existencia hasta 3.000 años antes de Cristo. Fundada por sacerdotes, estaba dedicada al culto al dios Ra, dios del sol; tenía un impresionante templo y una biblioteca que, incluso, fue visitada por Platón y Plutarco, poco habituales también por Jabugo.

Dos mil cien años después, alguien se creyó que la nueva Heliópolis podía transformarse en un lugar de culto único a un falso mesías, y si para ello necesitaba terminar con años de historia y con los mitos de esa historia, pues adelante. Pero, en su soberbia ignorancia, no sabía que los mitos son eternos, y más en instituciones que representan el sentimiento colectivo e intemporal de cientos de miles de personas, donde esos mitos actúan de auténticos factores vertebradores de esas instituciones. Peral, Valderas, Del Sol, Cardeñosa, Esnaola, Gordillo, y muchos más, son mitos verdiblancos, que van más allá de su humanidad, transcienden a esencia fundamental del porqué fueron, somos y serán béticos los béticos, su pervivencia y recuerdos son eternos, las mentiras y los mentirosos no, y más temprano que tarde se demostrará.

Al admirado Gordillo solo me permito decirle, ante los improperios de los de siempre, lo que Bruto, y volviendo otra vez al “Julio César” de Shakespeare, paisano por cierto de Peter Barnes, le responde a Casio en la obra: “No hay terror, Casio, en vuestras amenazas, porque estoy tan fuertemente armado de honradez, que pasan sobre mí como el vano soplo del viento, al que no presto atención”.

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